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En nuestros días, la Iglesia de Jesucristo ha experimentado la peor sequía espiritual de toda su historia. Multitudes de ovejas a punto de morir de hambre les están pidiendo a gritos a sus pastores que les den algún alimento vivificante, algo que las sustente en estos tiempos difíciles. Pero con demasiada frecuencia no se les da ni una migaja de alimento espiritual. Salen de la casa de Dios vacías, insatisfechas y débiles. Se han cansado ya de arrastrarse, una y otra vez, hacia una mesa vacía.
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